Los gigantes más iracundos son normalmente los armeros más diestros. Sus agravios avivan interminables sesiones en la fragua, mientras se gruñen ferozmente a sí mismos.
Los elementales de tierra tienen la fortaleza eterna de la piedra y la resistencia de las montañas. En contacto primordial con la tierra que habitan, contemplan las cosas a largo plazo y desprecian la prisa impetuosa de las criaturas mortales de vida efímera.